Sevilla, de apellido SOStenible
Antonio Rodrigo Torrijos
No pretende este trabajo encuadrarse en un artículo al uso en materia de medio ambiente. Antes al contrario, pretende la intervención en una realidad sevillana que, desde el acuerdo social del análisis y del diagnóstico planetario del que partimos, que me atrevo a calificar sin matices de crisis global,
tratar de avanzar hacia un estado de opinión que trascienda los tópicos y la retórica, incorporándose paulatina, pero inexorablemente, a unas pautas de conducta personales y colectivas que aporten desde lo local aquellas soluciones que se encuentren –muchas de ellas no hay que buscarlas más lejos– totalmente a nuestro alcance.
El SOS mayúsculo con el que comienza el término “sostenible” viene perfecto para definir la situación en la que nos encontramos. Nunca antes había ocurrido la combinación y el entrelazamiento de crisis económica, crisis energética, crisis alimentaria y crisis ecológica.
No creo que tenga que dedicar ni un solo renglón a lo que, entiendo, que cualquier persona preocupada por la realidad comparte inicialmente. No entro en lo obvio: las guerras innecesarias, la industria insostenible, la deforestación salvaje, etc. Me quedo en los entornos urbanos de Sevilla.
Mi premisa inicial es que no debe haber medidas aisladas en el tratamiento de los problemas sino que la integralidad y el equilibrio de las soluciones que se aporten, deben contar con la premisa común de que tenemos que evitar la autodestrucción a la que llevamos a este planeta, actuando localmente. No daré muchas cifras, pero es en los núcleos urbanos –especialmente en los grandes núcleos urbanos– en los que se concentra el mayor daño que se infringe al futuro de la humanidad.
Lo que los expertos denominan huella ecológica (es la cantidad de superficie bioproductiva necesaria para satisfacer los requerimientos de consumo y de absorber los desechos generados por la población de esta aglomeración metropolitana) nos dice que nos harían falta 7,1 hectáreas por habitante. Es el equivalente a 10 campos de fútbol por persona.
En términos absolutos necesitaríamos un territorio metropolitano 58 veces más grande que el actual. Es obvio que, además de éticamente poco aceptable y económicamente inviable es, sin duda, ecológicamente insostenible. Ni que decir tiene que nuestros vecinos norteamericanos –dicho sea en términos de aldea global– derrochan insostenibilidad por los cuatro costados.
Gastamos planeta mucho más del que disponemos y consumimos los recursos tan rápidamente que no damos tiempo a su regeneración. Los 6.668 millones de habitantes que hay en este momento pasarán a ser más de 9.400 en tan sólo 40 años. Hace sólo 50 años vivíamos en el planeta 2.550 millones de habitantes. La crisis pasará a ser drama, para después convertirse en catástrofe y terminar siendo tragedia. Todas las alarmas están encendidas. No podemos perder ni un solo minuto.
En Sevilla, por tanto, todo aquello en lo que intervengamos debe ser sostenible.
La vivienda, sostenible. El Plan de Indicadores para la Sostenibilidad Ambiental, cuenta con los criterios para emitir a cada vivienda un certificado de calidad ambiental. Como las lavadoras, las habrá A o B o C o D a efectos de eficiencia ecológica. El interés económico ya no puede anteponerse al criterio medioambiental. O se construye mirando al futuro o no habrá futuro en el que construir.
La economía, sostenible. Es importante ir situando el compromiso de la responsabilidad social en los agentes económicos. El beneficio empresarial, aunque legítimo, tendrá que supeditarse al interés general. O se hace así, o será el propio neoliberalismo, hijo del capitalismo, en su enésima y evolutiva versión, el que fagocite y reconvierta a la economía al servicio de los grandes grupos, quienes a costa de comerse entre sí y a sí mismos harán explosionar toda la economía. La financiera, la productiva, la territorial. Toda.
El empleo, sostenible. El empleo juega un papel determinante en el desarrollo de los entornos sociales y urbanos. Cuanta más calidad tenga el empleo, cuanto antes erradiquemos la precariedad, cuanto antes comprometamos lo económico a favor de lo social, antes tendremos una ciudad madura que lucha contra la pobreza, la marginalidad y el desempleo y se sitúa en condiciones de abordar su futuro con garantías. Además, la emergente economía de la sostenibilidad proporciona, también, grandes yacimientos de empleo, cada vez con más futuro, siendo alternativa seria a los clásicos sectores primarios, secundarios o de servicios.
Los residuos, sostenibles. El “metabolismo urbano” actual es insostenible. El funcionamiento de la ciudad debe obedecer a premisas ecológicas: los flujos urbanos son lineales, en vez de circulares: “Entran recursos, salen residuos”. Las dinámicas que hoy conducen al desarrollo de la urbe no podrán mantenerse en el medio plazo porque se basan en un abastecimiento de recursos de crecimiento constante, como si éstos procedieran de un depósito sin fondo.
Además, generan desechos de difícil o imposible tratamiento con lo que disminuye la calidad de vida de una población teóricamente beneficiaria del consumo de recursos. La generación y gestión de los residuos son elementos claves a la hora de valorar la calidad ambiental de cualquier ciudad. Asumiendo criterios mínimos de sostenibilidad, es necesario tratar el ciclo de la materia, desde el esquema básico de las denominadas tres erres (reducción, recuperación y reutilización). En dicho esquema, los ciudadanos y las entidades locales y regionales tendremos que incidir en la prioridad de la reducción de los residuos.
La movilidad, sostenible. Necesitamos un compromiso social por la movilidad que, más temprano que tarde, nos habitúe a modos de transporte que erradiquen el vehículo privado de nuestras prácticas habituales. No se niega el coche privado. Se niega su uso sistemático proponiendo sistemas de movilidad alternativos: desplazamientos a pie, en bicicleta, en tranvía, en autobús, muy pronto en Metro, estableciendo hojas de ruta para el traslado diario combinando un cóctel de movilidad en el que pueda haber dosis distintas de cada modo sostenible.
El agua, sostenible. La Directiva Marco del Agua constituye hoy el punto de referencia para la gestión del agua. En ella se hace especial hincapié en garantizar la calidad ecológica de las aguas y los ecosistemas acuáticos, así como propiciar un uso sostenible del agua. En la idoneidad ecológica de los cursos, será la depuración uno de los aspectos claves, junto con el respeto a la calidad y a los caudales ecológicos que los sistemas naturales precisan para su correcto funcionamiento.
El aire, sostenible. El clima de una ciudad es uno de los elementos esenciales para entender su calidad ambiental. En efecto, en su atmósfera se concentran gran parte de los gases producto de su metabolismo, a través de ella la ciudad “respira” intercambiando materia y energía con el medio, por lo que el análisis detallado de su composición, nos indica los desajustes o “enfermedades” que ésta padece.
El entorno natural en el que se inscribe Sevilla (río, influencia del escarpe del Aljarafe, situación topográfica deprimida...) junto a la acción humana (disposición de edificios, localización de avenidas, modos de moverse, presencia de parques y zonas ajardinadas...) confluyen en establecer un microclima local en el que los factores urbanos tienen una importancia incuestionable.
La energía, sostenible. El problema de ignorancia de criterios de ahorro energético en la configuración urbana se agrava además por la naturaleza de la infraestructura de producción de energía eléctrica. Ésta está fundamentada en el uso de energías no renovables que, en el caso de Sevilla, se basan en sistemas altamente contaminantes...
Delegado de Infraestructuras para la Sostenibilidad del Ayuntamiento de Sevilla.
Texto completo en la edición impresa de El Correo de Andalucía.
Interesante artículo de Antonio Rodrigo Torrijos en el Correo de Andalucía. El artículo completo es mucho más extenso y está en la edición impresa.
Si tiene opción de hacerse con un ejemplar del correo de hoy, les recomiendo que terminen el artículo por allí pues no tiene desperdicio.